Recuperar la confianza se ha convertido en el principal objetivo para abandonar la crisis internacional, pero para conseguirlo no sólo debemos atender las reacciones del mercado. Es necesario adoptar una actitud más íntegra.
Al reflexionar sobre la crisis, el empresario Warren Buffett díjo en cierta ocasión: “Alguien me recomendó una vez que al contratar a alguien debo buscar tres cualidades: integridad, inteligencia y energía. Mi valoración es que si el candidato carece de la primera, las otras dos acabarán contigo”.
Tiene mucho que ver con lo que ha pasado. Las instituciones empresariales y políticas que han jugado sucio, tenían directivos inteligentes y entregados al trabajo. Pero entregados para buscar su propio beneficio y poco íntegros.
Sin integridad es imposible generar confianza. Ganarla requiere tiempo y se genera a través de un proceso cíclico, basado en comportamientos reiterados.
Los hechos han demostrado que la confianza precisa ser complementada con el control. Es la consecuencia que Adela Cortina extrae de lo ocurrido en torno al cambio de siglo “confianza y control son imprescindibles. Sin control, los bancos juegan al riesgo excesivo, al préstamo basura un día y a no prestar al siguiente, los ayuntamientos avalan recalificaciones, los consumidores se endeudan más allá de lo razonable y llega un tiempo en que el tren de la actividad económica da un brusco frenazo. Parece que, al menos en parte, es lo que nos ha pasado. Pero sin confianza decaen las transacciones, disminuye la inversión, escasean los préstamos, cierran las empresas, aumenta el desempleo y crece el sufrimiento”
Para generar confianza se precisa una gestión basada en valores. El buen funcionamiento de las instituciones requiere una estructura y un sistema de valores en los que crea la gente. Esto incluye confiar en la palabra del otro, y la seguridad de que el sistema funcionará con equidad.
La toma de decisiones es, con frecuencia, difícil y requiere coraje. Mandela expresa muy bien lo que significa coraje para tener miedo y superarlo “Es de los compañeros que pelearon por la libertad de quien aprendí el significado de la palabra coraje. He visto a seres humanos soportar ataques y torturas sin romperse, sin descomponerse, mostrando una fortaleza y resistencia que desafían a la imaginación. Aprendí entonces que coraje no era la ausencia de miedo sino el triunfo sobre este instinto básico. Sentí miedo muchas más veces de las que puedo recordar, pero lo ahogaba en una máscara de atrevimiento. El hombre bravo no es aquel que no siente miedo sino el que lo conquista y domina”.
Hace falta coraje para no comulgar con ruedas de molino; para decir “no” cuando lo que se hace busca exclusivamente el beneficio y no se tiene en cuenta el impacto negativo que se puede producir; para decir que “no todo vale” y que incluso hay acciones que aun siendo legales no son justas.
¡Claro que a veces es difícil, pero eso forma parte de las cosas que dan sentido a la vida y un sentido positivo!
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